Fenicia, el actual país Líbano, estuvo habitada desde la prehistoria, y en ella se habían formado ciudades desde muy antiguo. Los primeros restos de Biblos, por ejemplo, datan de 2700 a. C. Pero su desarrollo conoció el mayor impulso después de las violentas migraciones de los llamados Pueblos del Mar, que hacia 1200 a. C. acabaron con la civilización micénica, en Grecia, y causaron una fuerte inestabilidad en el Mediterráneo oriental. Los supervivientes de la gran crisis resurgieron con vigor y formaron lo que se conocerá como Fenicia, nombre griego que significa país de los hombres de púrpura, en alusión al característico tinte utilizado en sus tejidos.
Durante la primera mitad del milenio I a. C. las naves fenicias surcaron sin descanso el Mediterráneo desde su lugar de origen, en la franja litoral sirio-libanesa, hasta llegar al estrecho de Gibraltar. En su momento hicieron posible un intercambio económico y cultural sin precedentes entre los pueblos de Oriente y Occidente. Para dar apoyo a sus recién estrenadas rutas crearon factorías y asentamientos a lo largo de la costa, desde Chipre hasta Cádiz, pasando por Sicilia, Cerdeña y el norte de África, que con el tiempo se convirtieron en auténticas ciudades. Cuando Fenicia decayó, una de estas colonias, Cartago, tomaría el relevo y mantendría vivo, aunque con personalidad propia, el espíritu fenicio varios siglos más.
Fenicia no existía como entidad territorial y nunca constituyó un estado unificado. Las urbes fenicias a menudo estaban enfrentadas por rivalidades comerciales, y ninguna de ellas llegó a imponer su hegemonía sobre las demás.
Estaban situadas en penínsulas, como Biblos y Sidón, o bien en islas, como en el caso de Tiro. Cada una de ellas poseía un territorio en tierra firme que le permitía obtener los productos de la agricultura y la ganadería necesarios para su subsistencia. Su economía, sin embargo, se basaba sobre todo en el comercio, especialmente el marítimo y la industria naval además de tintes, orfebrería y cerámica.
En los siglos sucesivos los fenicios vivieron períodos de esplendor que se alternaron con otros de grandes dificultades, debido a la presión ejercida por Egipto, Asiria, Babilonia y Persia.
Alejandro Magno en 332 a. C. tomó la ciudad de Tiro, hizo crucificar a todos los hombres y vendió a las mujeres y a los niños como esclavos. A la vista de la situación, las demás ciudades fenicias se rindieron de inmediato. Más tarde Fenicia fue conquistada por Roma, que incorporaría su territorio a la provincia de Siria.
Mientras tanto, una de las colonias del norte de África, Cartago, cuya fundación, en el siglo IX a. C., se atribuye tradicionalmente a la mítica reina Dido y que había sido poblada por colonos de Tiro, se había convertido en el centro de poder de la presencia fenicia en el Mediterráneo central y occidental. Llegó a ser una gran potencia, que se disputó la isla de Sicilia con los griegos y se enfrentó, en las guerras púnicas, a aquella Roma que terminaría por aniquilarla.
LOS DIOSES FENICIOS
MelKart, fue muy popular en la península ibérica, que le consagró su primer gran templo, famoso en todo el mundo antiguo 500 a. C. El lugar es conocido hoy con el nombre de Sancti Petri, en Chiclana, muy cerca del estrecho de Gibraltar, lo que fomentó la leyenda de la separación de las Columnas de Hércules, en principio llamadas Columnas de Melkart por los fenicios. A Melkart los griegos le llamaron Hércules, fundador de la península ibérica.
Vistas del Castillo de Sancti Petri en Chiclana (Cádiz)
Emplazamiento del antiguo templo de Melkart.
UNA PRINCESA FENICIA EN LA MITOLOGÍA GRIEGA: EUROPA
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