Las Fábulas son cortas narraciones parecidas a los cuentos, protagonizados generalmente por animales, dioses u objetos inanimados pero que en la narración tienen características propias del ser humano (personificación), y que se caracterizan por contener una enseñanza o moraleja final.
Uno de los autores más conocidos de este tipo de narración es Esopo, un antiguo esclavo griego de la Antigua Grecia al cual se atribuyen una gran parte de las fábulas más populares y habituales en nuestra cultura, las cuales en ocasiones han sido reinterpretadas o versionadas por otros grandes fabulistas como el francés La Fontaine y el español Samaniego.
LA CIGARRA Y LA HORMIGA
“Era un caluroso verano. Una cigarra, protegida del sol por la sombra un árbol y disfrutando el momento sin ninguna intención de ponerse a trabajar, cantaba y cantaba continuamente. Mientras vió como su vecina, una trabajadora hormiga, se encontraba trabajando arduamente para ir llevando comida a su hogar.
La cigarra le ofreció cantar y descansar, a lo que la hormiga la indicó que debería dejar de estar ociosa y ponerse a recoger alimentos. La cigarra ignoró su consejo.
Meses después llegó un invierno frío, que sorprendió a la cigarra sin nada que comer ni un sitio al que ir. Desesperada acudió a su vecina la hormiga pidiéndole ayuda. Sin embargo, la hormiga contestó preguntando qué había hecho durante el verano. La cigarra le dijo que cantar, a lo que la hormiga le respondió que bailara ahora ya que cuando pudo no hizo nada para evitar esa situación, y cerró la puerta dejando fuera a la cigarra".
Aunque luego sería reformulada por la Fontaine, se considera o atribuye esta conocida fábula también a Esopo. La moraleja es clara: debemos esforzarnos y trabajar duro para subsistir y conseguir llevar a cabo una vida digna que nos permita sobrevivir., mientras que la vagancia y la falta de actuación nos pueden salir caras Debemos ser constantes, perseverantes y previsores.
LA LIEBRE Y LA TORTUGA
“Un día una liebre orgullosa y veloz, vió como una tortuga caminaba por el camino y se le acercó. La liebre empezó a burlarse de la lentitud del otro animal y de la longitud de sus patas. Sin embargo, la tortuga le respondió que estaba segura de que a pesar de la gran velocidad de la liebre era capaz de ganarla en una carrera.
La liebre, segura de su victoria y considerando el reto imposible de perder, aceptó. Ambos pidieron a la zorra que señalara la meta, a lo que esta aceptó, al igual que al cuervo para que hiciera de juez.
Al llegar el día de la competición, al empezar la carrera la liebre y la tortuga salieron al mismo tiempo. La tortuga avanzaba sin detenerse, pero lentamente.
La liebre era muy veloz, y viendo que sacaba una gran ventaja a la tortuga decidió ir parándose y descansando de vez en cuando. Pero en una de las ocasiones la liebre se quedó dormida. La tortuga, poco a poco, siguió avanzando.
Cuando la liebre despertó, se encontró con que la tortuga estaba a punto de cruzar la meta. Aunque echó a correr fue demasiado tarde y finalmente la tortuga ganó la carrera".
Esta fábula nos enseña que el trabajo duro, la perseverancia, la constancia y el esfuerzo nos llevarán a nuestras metas, aunque sea poco a poco, si no nos rendimos. También nos permite ver cómo la arrogancia, la falta de constancia y el exceso de seguridad en uno mismo nos puede llevar a perder oportunidades y a no alcanzar nuestras metas.
EL LOBO Y EL CORDERO
“Había una vez un lobo que vió a un cordero en la orilla de un río y quiso comérselo ofreciendo un pretexto simple pero verosímil. A pesar de estar río arriba, le acusó de no dejarle beber al revolver el agua. El cordero contestó que al estar el lobo río arriba y el más abajo no era posible que que así fuera. Al ver el fracaso, el lobo acusó al cordero de haber insultado a sus padres el año anterior, a lo que el cordero contestó que hacía un año el aún no había nacido. El lobo dijo entonces que aunque el cordero se justificaba muy bien, no le dejaría ir y no iba a dejar de comérselo".
Esta fábula nos enseña que a menudo aquellos que quieren provocarnos daño no se van a detener independientemente de nuestros argumentos o de que sea o no justo.
LA PALOMA Y LA HORMIGA
“Había una vez una hormiga que, sedienta, se acercó a beber a un río. Sin embargo, una vez allí se vió arrastrada por la corriente. Estaba ahogándose cuando una paloma, que se encontraba posada en una rama de un árbol cercano, observó la escena y acudió rauda a salvarla.
Tras ponerla a salvo, la hormiga agradecida le prometió que algún día le devolvería el favor si podía a pesar de su diminuto tamaño.
Pasó el tiempo y un día un cazador llegó a la zona. Viendo a la paloma posada, aprestó su arma y se preparó para cazarla.
Sin embargo la hormiga, que se hallaba cerca, vió la escena y acudió a rauda a cumplir su promesa. La hormiga picó en el talón al cazador, el cual ante el dolor soltó su arma. La paloma aprovechó la oportunidad para salir huyendo volando, salvando su vida".
Esta fábula es una muestra de la importancia de la generosidad y como toda buena acción tiene al final su recompensa.
EL MURCIÉLAGO Y LAS COMADREJAS
“Cayó un murciélago a tierra y fue apresado por una comadreja. Viéndose próximo a morir, imploró el murciélago por su vida. Le dijo la comadreja que no podía soltarle porque de nacimiento era enemiga de los pájaros. El murciélago replicó que no era pájaro sino un raton, librándose de este modo con gran astucia.
Tiempo después volvió a caer en manos de una sgunda comadreja, a la que suplicó que no le devorara. La comadreja ñe dijo que odiaba a los ratones, de manera que no podía dejarle marchar. El murciélago sin embargo le contestó que él no era un ratón sino un pájaro, de manera que consiguió volver a librarse".
Esta pequeña fábula de Esopo tiene como moraleja que debemos ser capaces de adaptarnos a las situaciones de manera rápida y flexible, algo que sin duda es lo que nos va a permitir medrar y sobrevivir.
EL ASNO Y LA ZORRA ENCUENTRAN AL LEÓN
“El asno y la zorra, habiéndose unido para su mutua protección, salieron un día de caza. No anduvieron mucho cuando encontraron un león. La zorra, segura del inmediato peligro, se acercó al león y le prometió a capturar al asno si le daba su palabra de no dañarla a ella.
Entonces, afirmándole al asno que no sería maltratado, lo llevó a un profundo foso diciéndole que se guareciera allí. El león, viendo que ya el asno estaba asegurado, inmediatamente agarró a la zorra, y luego atacó al asno a su antojo”.
Esta fábula nos enseña como moraleja que no debemos traicionar nunca a los amigos por temor a los enemigos, ya que al final también saldrás traicionado.
LA CIERVA TUERTA
“Una cierva a la que le faltaba un ojo pacía a orillas del mar, volviendo su ojo intacto hacia la tierra para observar la llegada de cazadores y dando al mar el lado que carecía del ojo, pues de allí no esperaba ningún peligro.
Pero resulta que una gente navegaba por este lugar, y al ver a la cierva la abatieron con sus dardos. Y la cierva agonizando se dijo para sí: - ¡Pobre de mí! Vigilaba la tierra, que creía llena de peligros, y el mar al que consideraba un refugio me ha sido mucho más funesto".
Esta fábula nos enseña que nunca debemos infravalorar o sobrevalorar las cosas ni a darlas por sentado, sino que debemos analizar todas las opciones y sus aspectos tanto positivos como negativos de forma realista, sin dejarnos sesgar por la subjetividad.
EL PERRO Y SU REFLEJO EN EL RÍO
“Vadeaba un perro un río llevando en su hocico un pedazo de carne. Vio su propio reflejo en el agua del río y creyó que aquel reflejo era en realidad otro perro que llevaba un trozo de carne mayor que el suyo. Y deseando adueñarse del pedazo ajeno, soltó el suyo para arrebatar el trozo a su compadre.
Pero el resultado fue que se quedó sin el propio y sin el ajeno: éste porque no existía, solo era un reflejo, y el otro, el verdadero, porque se lo llevó la corriente".
Esta fábula de Esopo nos enseña la importancia de no codiciar ni centrarse en obtener o usurpar los bienes o logros de otros, ya que ello nos puede hacer perder lo que sí hemos logrado por nosotros mismos.
LA ZORRA Y LAS UVAS
“Estaba una zorra con mucha hambre, y al ver colgando de una parra unos deliciosos racimos de uvas quiso atraparlos con su boca. Pero no pudiendo alcanzarlos se alejó, diciendo: -En realidad ni siquiera me gustan, están muy verdes…”.
Esta pequeña historia nos deja ver cómo a menudo cuando nos rendimos de algo que queremos le echamos la culpa a dicho algo o a otros. La moraleja es precisamente que no debemos pasar la culpa de no lograr lo que queremos a los demás.
EL LOBO CON PIEL DE CORDERO
“Pensó un día un lobo cambiar su apariencia para así facilitar la caza de comida. Se metió en una piel de oveja y a continuación fue a pastar con el rebaño, de manera que despistó al pastor. Al llegar el atardecer fue llevado junto al resto del rebaño a un cercado, quedando en el interior junto a sus deseadas presas.
Sin embargo, por la noche el pastor entró buscando carne para el día siguiente. Cogió al lobo creyéndolo un cordero, y lo sacrificó".
La moraleja que se extrae de esta fábula nos indica que engañar a los demás no nos genera beneficios sino que terminará causándonos daños, mayores en cuanto mayor sea el engaño.
BOREAS Y HELIO
“Bóreas y Helios se disputaban quién era más fuerte, decidiendo que se le daría la victoria a aquel que lograra quitarle la ropa a un caminante de la zona. Bóreas sopló y sopló con gran fuerza para quitársela. Sin embargo, ante el fuerte viento el hombre se agarró la ropa con cada vez más fuerzo, e incluso llegó a ponerse una prenda más gruesa debido al frío.
Cansado, Bóreas dejó el turno a Helios. Este al principio brilló de manera moderada, de tal manera que el hombre dejó de tener frío y empezó a quitarse la prenda gruesa. Poco a poco Helios fue aumentando el calor, hasta que finalmente el hombre decidió quitarse la ropa para bañarse".
Esta es una de las fábulas de Esopo que están protagonizadas por dioses y seres humanos, y su moraleja es que resulta más sencillo y útil convencer a alguien de algo (como hizo Helios al permitir que poco a poco fuera subiendo la temperatura) que intentar conseguirlo con la fuerza (como intentó Bóreas con su viento).
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