La palabra mosaico deriva de mousaes, que en griego quiere decir "musa", quizá porque antiguamente se consideraba que un arte tan sublime sólo podía estar realizado por artistas inspirados por ellas. (Como la música)
Y aunque los griegos fueron grandes maestros la técnica (antes que ellos ya lo habían utilizado los sumerios o los cretenses), fueron los romanos los que se convertirían en auténticos expertos de este arte, propagándolo por toda la cuenca mediterránea. Tan apreciado sería que se llegaron a promulgar decretos para fijar el precio de las obras.
Al principio los mosaicos se utilizaron para decorar paredes y techos, con el paso del tiempo y la mejora de las técnicas, comenzaron a usarse también para cubrir la superficie del suelo, elaborando así unos espectaculares pavimentos que aportaban a las villas y palacios un lujo majestuoso, que hacía notar la posición social y el poder de sus propietarios. En la época imperial el mosaico se popularizó y comenzó a utilizarse también en los templos, teatros, baños públicos e incluso en las tiendas.
Los mosaicos están compuestos por pequeñas piezas cúbicas llamadas teselas. Los materiales pueden ser muy variados y van desde el mármol hasta el vidrio pasando por la cerámica y se tallaban de diferentes tamaños.
Los temas más frecuentes estaban relacionados con la mitología, aunque también eran muy apreciadas las escenas de caza y de la vida cotidiana o los símbolos y monstruos marinos, muy empleados en las termas, por ejemplo. También encontramos mosaicos puramente geométricos, con elaboradas grecas o complicados diseños en forma de estrella.
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